Sara Pezzica
Psicóloga y psicoterapeuta, doctora en psicología del desarrollo
Presidente de la Asociación Italiana de Trastornos de Déficit de Atención e Hiperactividad Aidai Toscana
www.aidaiassociazione.com
Una palabra muy evocadora se repite con frecuencia en este periodo: RESILIENCIA.
«Tenemos que ser resistentes», «Ella es muy resistente», en algunas frases casi adquiere la connotación de poder heroico. Intentemos comprender las características de esta superpotencia, empezando por su etimología: «resilire», un verbo latino que significa rebotar.
¿Así que nuestro superpoder es la capacidad de saltar hacia atrás como una pelota lanzada contra la pared?
En un primer análisis podemos identificar al menos dos elementos básicos: una pelota que golpea un obstáculo.
Por lo tanto, la resiliencia puede considerarse como la capacidad de un individuo de entrar en contacto con acontecimientos estresantes o traumáticos (el muro), absorber el golpe de forma resiliente y reorganizarse en una configuración funcional que respete la propia identidad.
Es un superpoder fundamental porque tiene en su interior la capacidad de enfrentarse a los pequeños/grandes retos que nos plantea la vida y convertirlos en oportunidades de aprendizaje.
La resiliencia es un constructo multidimensional que engloba tanto características personales (personalidad y temperamento) como habilidades específicas, como la resolución de problemas, pero se cree ampliamente que puede cultivarse a lo largo de la vida mediante la interiorización de experiencias y conexiones significativas.
A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos constantemente a frustraciones y adversidades que nos obligan a desarrollar habilidades para afrontarlas reforzando la conciencia de nuestras capacidades y la confianza en nosotros mismos. Un niño que consigue superar un obstáculo inicialmente frustrante pone en práctica la confianza en sí mismo y experimenta la capacidad de recuperarse de la adversidad sintiéndose capacitado. Esta es una de las razones por las que es muy importante, en el camino de crecimiento del niño, que el adulto detenga su propensión natural a proteger, permitiendo en cambio que el niño afronte las dificultades con bajos niveles de frustración, ayudarles a modular sus emociones y a sentirse seguros de lo que hacen. La capacidad de asumir pequeños riesgos es una parte integral del desarrollo y afrontarlos en contextos relacionales emocionalmente estables y en sintonía es un requisito importante para aumentar la sensación de seguridad.
Un acontecimiento se experimenta como estresante cuando el individuo experimenta una discrepancia entre la situación a la que se enfrenta y los recursos que cree tener disponibles. En otras palabras, los niveles de estrés están relacionados con los recursos individuales más que con la gravedad del suceso, como demuestra la observación de que diferentes personas que se enfrentan al mismo suceso experimentan diferentes niveles de estrés.
Ser resiliente no significa no sufrir, incluso las personas más resistentes experimentan sentimientos de desánimo, tristeza o miedo. Sin embargo, estas emociones no persisten por mucho tiempo, o al menos vuelven a un nivel de intensidad que permite a la persona procesar la condición dolorosa, comprenderla, beneficiarse de ella y salir fortalecida. Richardson define la «suspensión » como la condición introspectiva ligada al sufrimiento que nos permite entrar en contacto con nuestras necesidades, identificar nuestros recursos y acceder a nuevas formas de pensar.
En la película ‘Inside out’ (2015), la adolescente Riley se ve obligada a trasladarse desde el Medio Oeste a San Francisco por el trabajo de su padre, abandonando la vida que llevaba hasta entonces y entrando en un mundo nuevo y desconocido. La tormenta emocional que sigue a este estresanteacontecimiento vital y a la delicada transición a la adolescencia desestructura por completo a la chica, que ve cómo se desmorona poco a poco su forma de percibirse a sí misma, a su familia y al mundo. Sólo cuando la enfadada Riley entra en contacto con su propia tristeza, aceptándola y reconociéndola como función reguladora de sus emociones, la tormenta vuelve a acumularse.
El primer paso para manejar una situación estresante es tratar de entender de qué se trata. Centrarse en el problema, entender lo que ha pasado, tiene un poder tranquilizador en sí mismo.
Si tengo que aceptarlo, ¿qué más puedo hacer para que sea positivo?
El segundo paso es entender sobre qué elementos puedo tener control: dividir lo que tengo que aceptar porque no se puede cambiar de lo que puedo comprometerme/actuar para transformar el evento en algo que pueda manejar o incluso obtener un crecimiento personal. Todo problema puede ser una oportunidad de aprendizaje, de crecimiento, de descubrimiento, por lo que merece la pena abordar la situación en profundidad y con compromiso.
El tercer paso es encontrar estrategias a partir de la toma de conciencia de lo que ciertamente podría conducir a un empeoramiento de la situación.
Fijémonos un objetivo cada vez, tratando de vivir en el aquí y ahora de la situación y eligiendo un primer pequeño objetivo a alcanzar. Nuestra mente tiende a anticiparse a los problemas pero, en situaciones de estrés, la hiperconcentración en el problema puede conducir a circuitos mentales que hacen que la situación sea aún menos manejable y paraliza la acción.
especial estrés
La hiperconcentración en el problema puede conducir a circuitos mentales que hacen que la situación sea aún menos manejable y paraliza la acción. Formémonos para
prestando atención
a una cosa a la vez reconociendo que el torbellino de pensamientos en nuestra mente es algo que comienza con nosotros: somos nosotros los que tenemos los pensamientos, no los pensamientos que nos tienen secuestrados. Este es un paso muy importante, si podemos diferenciarnos de nuestros pensamientos, si volvemos a vernos como personas que tienen pensamientos, también nos permitimos la posibilidad de no quedarnos atascados en ellos, sino tal vez de dejarlos ir y concentrarnos en el aquí y ahora de la vida.
Comprometámonos a cultivar las relaciones. El hombre es, por naturaleza, un animal social y encuentra consuelo, protección e impulso en las relaciones.
Referencias
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